miércoles, 16 de julio de 2008

A la sombra de un león. (Hasta siempre Osvaldo Bottero)

Cuando escuchábamos con algo de atención el comentario del presbítero, creo que los que estábamos presentes en el responso nos planteamos lo mismo. ¿Era menos bueno por haber amado tanto algo que no era precisamente el Dios que la sociedad nos impone? Y no es que él haya endiosado a lo que sentía como propio, es que simplemente pensó, al igual que muchos otros, que lo que es nuestro, lo que nos une, lo que me pertenece a mi tanto como a todos los que quiero, está por sobre todo lo que nos rodea.

La familia lo supo compartir, no sé si alguna vez lo pusieron en la disyuntiva de la U o yo, creo que no habrían durado tanto como familia si le hubieran intentado coartar esa parte importante de su vida, tan importante que le llevaba casi todos los días a estar de una u otra forma ligado a eso que tanto le apasionaba y por tantos años.

Para Osvaldo la U no fue solo un equipo de fútbol, para él como para tantos otros la U era una forma de vida, ni siquiera era una pasión, era un sentimiento como lo es amar, el odiar, el emocionarse, el decepcionarse.

Osvaldo sintió a la U como algo propio, desde mucho antes que los fundadores de LDA supieran donde quedaba el nacional. No sé si cultivó alguna amistad lejos del entorno que a nosotros mismos nos ha marcado... no sé si tuvo otra vida en paralelo a la d sus dos familias. Si hay vida después de la vida, si es que de verdad hay vida más allá de la muerte terrenal, lo más probable es que siga en la misma senda que llevó hasta el domingo, y en su vida terrenal pasó sin hacerle daño nunca a nadie, más allá del daño que nos provocará su ausencia obligada.

Nunca quiso darle lecciones a nadie, pasó por la vida disfrutando la suya, disfrutando lo suyo. Y lo suyo fue estar siempre ahí, en el caracol, en la sede, con los amigos, en su taxi, con su voz pausada, con su mirada siempre viva y alegre. Transversal, como un hermano que te abraza sin necesidad de alterarse, sin necesidad de ser más que nadie, de pasar por sobre nadie. Sólo estaba ahí, en el caracol, viendo un entrenamiento de juveniles, en la sede, conversando con el portero o cualquier dirigente. Al final estaba en su casa, en su hogar, en lo que llenaba su vida y sin necesidad de poner a un dios por sobre todas las cosas se esforzó por ser un tipo ejemplar de forma de no avasallar al resto nunca jamás y de forma de hacer su vida en torno a los grandes amores que lo rodearon siempre, su mujer, sus hijos, su familia, sus amigos y su club.

Osvaldo Botero siempre ajeno a la chamuchina, al kawineo, a los conflictos. Siempre dueño del club por que era parte de él, infinitamente dueño de todo lo que le rodeaba, y dueño por que era infinitamente parte de ello, parte de todo por lo que vivió, lo que lo convierte en algo mucho más grande y más trascendente que un simple barrista. Contigo se va parte de una generación que supo que el amor por el color era mucho más relevante que el amor por el trapo, que la pasión trascendía a los resultados, que tu espacio en la galería no se transaba.

Llegamos cientos a decirte lo importante que es tener gente como tu a nuestro lado gente dispuesta a hacer las cosas simples, gente dispuesta a calmarse en los momentos más complejos, gente dispuesta a estar siempre ahí pase lo que pase. No por nada se juntaron todos, no por nada llegaron todos, no por nada se hicieron treguas y se vencieron por algunas horas odiosidades enquistadas. Por un momento recordamos que éramos todos hermanos, que unos siguieron por acá y otros por allá. Acá llegamos todos por lo mismo y cuando llegamos tu estabas aquí, con la misma calma, con la misma pasión, con la misma entrega, la misma sonrisa con la que te recordaremos por siempre.

Aguante Bottero, estés dónde estés, si ya nada era lo mismo antes de que te fueras, definitivamente después de ti sólo quedan los recuerdos de las grandes personas que estuvieron diciéndonos que más que un equipo de fútbol, más que una empresa, más que un partido, más que una pasión la U siempre ha sido un sentimiento que está por sobre el bien y el mal.