lunes, 31 de agosto de 2009

Ya no basta contar con nadie. Ni la más bella de las personas puede reparar la ausencia. Esa que cala, esa que duele. Esa puta ausencia que mantiene tu alma siempre carente del sentido último de la vida.

2 años después el síndrome de abstinencia sigue angustiando de igual forma. Pero no se calma con una simple droga. Porque no hay droga más poderosa que el amor sublime a lo propio, a lo que nos costó mucho esfuerzo pero que dejamos perderse en la cobardía de no tener los suficientes cojones como para dejarse perder, o como diría Apolinaire, "perder, pero perder de verdad para dar paso al hallazgo".

Nos tocó perder tantas veces. Una y otra vez el tablero se inclinó a favor del otro. Pero siempre salimos airoso. La derrota no es sólo el resultado parcial. No está derrotado aquel tiene el coraje de seguir en la lucha. Y seguimos ahí, seguimos ansiando, anhelando, seguimos soñando con el día mágico en que tocaríamos el cielo. Y lo logramos, ¿pero a qué precio? A un precio demasiado alto. Transamos la esencia, permitimos que demasiadas aves de paso se posaran en nuestro jardín, hasta entonces reservado para los más fuertes, para los más románticos, sólo para aquellos que no les importaba nada más que el amor por lo propio, la hermandad y el abrazo fraterno con aquellos que se bancaban igual que uno lo que fuera por seguir siendo los más grandes.

2 años después la cuenta del éxito efímero nos la pasaron con saña. Niegan a los ídolos y niegan la historia. Su norte es el mismo del que nos burlamos, es el norte. Como nos reímos de esas zorras, como nos burlamos de esas garrapatas. "viven del pasado", "no saben lo que es pasión", "se roban entre ustedes", "no cantan en la galería", "tapan la historia en un partido", "cero aguante".

Como dicen los enanitos vedes, "Yo aún sigo cantando y lo voy a seguir haciendo", si el efímero triunfo les dio a pensar, a quienes no saben como nació el aguante, que esto es sólo ganar unos partidos, entonces esperemos que las derrotas sucesivas logren descubrir en los verdaderos románticos el afán por ganar de verdad, no ganar sólo un domingo, sino que ganar espacios a la vida, ganar en el orgullo de ser parte y miembros de algo que va más allá del horizonte, allá, do remontar la verdad.

Cada día más parecidos entre primos que entre hermanos. Pero yo aún sigo cantando, y lo voy a seguir haciendo, una lección nos dió la vida, debes hacer lo que el corazón diga.