Cuando llegó quería pasar desapercibida. No es posible cuando se lleva semejante carga de belleza.
Al día siguiente se despertó conmigo en la puerta del cuarto y no le incomodó, como no le incomodó sentirse observada cada vez que cruzó la sala con esas calzas infartantes. La belleza es belleza en todos lados . Es lo único que no necesita métrica ni matemática.
Cuando me invitó a acompañarla, la ilusión afloró como pocas veces suele ocurrir. Esperaba con ansias el momento en que la conversación me permitiera decirle que me interesan todos las aristas del encanto de una mujer más allá de una figura perfecta y rostro despiadadamente hermoso.
Recorrer ese raro bosque no fue tan alucinarte como hacerlo con ella. Pensé que estaba ahí sólo por protección, que ridículo, ella se protege sola, la protege su encanto.
Luego, su lado humano. Sus ganas de ser una más sabiendo que jamás será algo común, y el viaje al infinito, la conexión, la energía desplegada, no por e ocaso, sino por el todo. Unos minutos después los dos en el gigantesco lago sobre la historia del mundo sin siquiera mirarnos, porque ella no mira, sólo percibe, tampoco hace comentarios.
Genial, lo que vive es de ella y de nadie más. No necesita demostrarle nada a nadie. ¿y qué tiene que demostrar? ¿Qué es hermosa? S con sólo verla todo el mundo así lo entiende. Seguirá mareando los espacios con su sola presencia y el camino lo marcará ella.
El lago de sal nos reúne, se voltea hacia mi y me dice que quiere verlo conmigo, como quien se toma fotos frente al espejo se va y vuelve. Me comparte sus percepciones, sus sonidos y su silencio, lo más bello, el silencio y cada quiebre que lo cubre.
Nos separamos por unas horas. Ella en la inmenso frío del salar contando estrellas, yo en el inmenso frío de la rutina contando los segundos para volver a verla, sólo por el gusto de contemplarla, de revisar una y otra vez sus facciones, de recorrerlas con la mirada, describirlas en mi mente, hacerlas correr por mis venas.
Volví a verla y me abraza, el beso cariñoso en la mejilla y una ráfaga de vivencias, de horas, relatando frenéticamente cada minuto, excepto las 3 horas que durmió velada en su sueño por la vía Láctea, relatando la aventura también en el brillo de sus ojos que parecen un cinematógrafo que proyectando en technicolor los momentos que se van sucediendo.
Dos días más para compartir las percepciones, su gusto por el silencio, mi gusto por su belleza, sus grabaciones, mis notas escritas erráticamente como un simple lápiz que corre sobre el papel, el intercambio de sensaciones, el intercambio de sentimientos como souvenir y un beso que sella el pacto intangible de nada que arrepentirse salvo de asumir precozmente la fugacidad de la realidad. Nos volveremos a ver pronto, a 2000 kilómetros de distancia y luego de otros miles de segundos de rutina y de camino.
El nuevo encuentro, el abrazo que nos fusiona y tanto más que contar. UN café al paso y una empanada fría para amilanar el hambre. Más kilómetros y más segundos para compartir mi refugio con ella. Mis llaves en sus manos suaves para que el simple hecho de abrir la puerta sea la ceremonia perfecta para dejar en claro que todo lo mío fue de ella, sólo si lo quiere tomar.
Algunos días para relucir los detalles que hacen que seamos imperfectos. La desnudez de personas normales, desnudez del alma, de actos comunes y corrientes sin idealizaciones. Completar la hoja de ruta sin tanta pasión ya cansados de soñar tan fugazmente, volviendo a la realidad, comenzando a extrañar desde la cima del cerro hasta el remanso del río donde navegamos sobre la arena.
Se despidió sin el abrazo, sin fusión, sin brillo en sus ojos y sin devolver mi pen drive. Supongo que vendrá a dejarlo algún día como lo acordamos. Supone bien, hablaré en francés para ese entonces, la invitaré a tomar mate y no perderé la oportunidad de decirle lo hermosa que se verá. Porque no puede dejar de cargar con ese adjetivo, porque no podré tampoco dejar de contemplar y penetrar el fondo de sus ojos azules y recordar que me enseñó a disfrutar del silencio, que juntos vimos el sol ponerse mientras nos abrazaba el frío y las montañas bajaban el telón del día que mágicamente convirtió el silencio en música, el frío en abrazo y la soledad en e sueño de ver brotar la más bella flor en la sal.
Al día siguiente se despertó conmigo en la puerta del cuarto y no le incomodó, como no le incomodó sentirse observada cada vez que cruzó la sala con esas calzas infartantes. La belleza es belleza en todos lados . Es lo único que no necesita métrica ni matemática.
Cuando me invitó a acompañarla, la ilusión afloró como pocas veces suele ocurrir. Esperaba con ansias el momento en que la conversación me permitiera decirle que me interesan todos las aristas del encanto de una mujer más allá de una figura perfecta y rostro despiadadamente hermoso.
Recorrer ese raro bosque no fue tan alucinarte como hacerlo con ella. Pensé que estaba ahí sólo por protección, que ridículo, ella se protege sola, la protege su encanto.
Luego, su lado humano. Sus ganas de ser una más sabiendo que jamás será algo común, y el viaje al infinito, la conexión, la energía desplegada, no por e ocaso, sino por el todo. Unos minutos después los dos en el gigantesco lago sobre la historia del mundo sin siquiera mirarnos, porque ella no mira, sólo percibe, tampoco hace comentarios.
Genial, lo que vive es de ella y de nadie más. No necesita demostrarle nada a nadie. ¿y qué tiene que demostrar? ¿Qué es hermosa? S con sólo verla todo el mundo así lo entiende. Seguirá mareando los espacios con su sola presencia y el camino lo marcará ella.
El lago de sal nos reúne, se voltea hacia mi y me dice que quiere verlo conmigo, como quien se toma fotos frente al espejo se va y vuelve. Me comparte sus percepciones, sus sonidos y su silencio, lo más bello, el silencio y cada quiebre que lo cubre.
Nos separamos por unas horas. Ella en la inmenso frío del salar contando estrellas, yo en el inmenso frío de la rutina contando los segundos para volver a verla, sólo por el gusto de contemplarla, de revisar una y otra vez sus facciones, de recorrerlas con la mirada, describirlas en mi mente, hacerlas correr por mis venas.
Volví a verla y me abraza, el beso cariñoso en la mejilla y una ráfaga de vivencias, de horas, relatando frenéticamente cada minuto, excepto las 3 horas que durmió velada en su sueño por la vía Láctea, relatando la aventura también en el brillo de sus ojos que parecen un cinematógrafo que proyectando en technicolor los momentos que se van sucediendo.
Dos días más para compartir las percepciones, su gusto por el silencio, mi gusto por su belleza, sus grabaciones, mis notas escritas erráticamente como un simple lápiz que corre sobre el papel, el intercambio de sensaciones, el intercambio de sentimientos como souvenir y un beso que sella el pacto intangible de nada que arrepentirse salvo de asumir precozmente la fugacidad de la realidad. Nos volveremos a ver pronto, a 2000 kilómetros de distancia y luego de otros miles de segundos de rutina y de camino.
El nuevo encuentro, el abrazo que nos fusiona y tanto más que contar. UN café al paso y una empanada fría para amilanar el hambre. Más kilómetros y más segundos para compartir mi refugio con ella. Mis llaves en sus manos suaves para que el simple hecho de abrir la puerta sea la ceremonia perfecta para dejar en claro que todo lo mío fue de ella, sólo si lo quiere tomar.
Algunos días para relucir los detalles que hacen que seamos imperfectos. La desnudez de personas normales, desnudez del alma, de actos comunes y corrientes sin idealizaciones. Completar la hoja de ruta sin tanta pasión ya cansados de soñar tan fugazmente, volviendo a la realidad, comenzando a extrañar desde la cima del cerro hasta el remanso del río donde navegamos sobre la arena.
Se despidió sin el abrazo, sin fusión, sin brillo en sus ojos y sin devolver mi pen drive. Supongo que vendrá a dejarlo algún día como lo acordamos. Supone bien, hablaré en francés para ese entonces, la invitaré a tomar mate y no perderé la oportunidad de decirle lo hermosa que se verá. Porque no puede dejar de cargar con ese adjetivo, porque no podré tampoco dejar de contemplar y penetrar el fondo de sus ojos azules y recordar que me enseñó a disfrutar del silencio, que juntos vimos el sol ponerse mientras nos abrazaba el frío y las montañas bajaban el telón del día que mágicamente convirtió el silencio en música, el frío en abrazo y la soledad en e sueño de ver brotar la más bella flor en la sal.